Ring, ring, suena el despertador a las 7.15. Todavía a oscuras, agudizo el oído; no se escucha nada. La previsión meteorológica para el día: lluvias débiles dispersas. ¡¡Bien!!, de momento no llueve.
Paso obligado por el servicio; parece que se escucha correr agua, tal vez sea el vecino duchándose…. siguiente paso, vestirse de “biker” para la ocasión, y echar un vistazo rápido por la ventana; ¡¡maldición, no era el vecino duchándose, es la lluvia!!; el suelo todavía no está mojado del todo, con lo cual adivino que acaba de empezar a llover. Desayuno rápido, y cargo en la furgo la bici de Alejandro, que me dejó el día anterior para poder llevar el su coche con los bikers , y la mía. La lluvia es débil, pero más abundante que el clásico calabobos, con una temperatura, digamos, fresquita.
Llego a las 8:00 al punto de encuentro, la gasolinera BP (a ver si se estira y nos patrocina) en el Centro Comercial Miramadrid; aprovechando la marquesina de la gasolinera, ya que a estas horas no hay mucha gente repostando, aparco la furgo como si fuera a repostar para poder cargar la otras seis bicis sin mojarnos. Algunos bikers ya se encuentran esperando, y el resto llega en pocos minutos. Para lo mal que pinta el día, ¡no ha fallado nadie! En esta ocasión nos hemos reunido Alejandro, Ángel, Dani, Dennis, Oscar, José Antonio y un amigo suyo, Alfredo, que ya en varias ocasiones nos ha acompañado, y el que escribe, Villy.
Nos ponemos en marcha, dirección Chiloeches, Guadalajara. Consultando las diferentes Apps meteorológicas, al final nos quedamos con una que prevé lluvia débil hasta las 9:00, para recomenzar a llover sobre las 13:00. Cuando faltan unos km. para llegar a destino, la App se modifica y ya da lluvia hasta las 10:00; la lluvia en esos momentos es entre débil y copiosa, pero albergamos la posibilidad de que se vuelva más fina e intermitente hasta parar a la hora prometida.
Descargamos las bicis, nos enfundamos chaquetas, chubasqueros y demás atavíos, y con cara seria nos ponemos en marcha. Nadie se ha atrevido siquiera a mencionar la posibilidad de hacer tiempo, con un cafecito entre las manos, hasta ver si escampa.
Tras un breve callejeo por el pueblo, salimos de éste por una pronunciada cuesta, como para entrar en calor. El terreno está mojado, pero en perfectas condiciones; ascendemos a la parte más alta de la sierra que rodea el pueblo, con la compañía de una leve neblina y la lluvia, que persiste con el mismo tono.
Descendemos un poco por un sendero, que serpentea entre el bajo bosque, y aprovecho para hacer unas fotos al paso de mis compañeros. Cuando me vuelvo a colocar, no sin dificultad, los guantes, observo con horror que ya están llenos de agua.
Reanudo entonces la marcha, en solitario, recuperando el terreno al resto. Al acabar el sendero me cruzo con un todo terreno, con los cristales empañados, y alcanzo a atisbar la cara de asombro del conductor, que me mira como pensando: “¿Qué estará haciendo éste por aquí, sólo, con la que está cayendo?” Es que ni siquiera los cazadores se han atrevido a salir.
La lluvia por momentos se intensifica, y empezamos a rodar paralelos a las vías del AVE, en la parte más monótona de la ruta: un camino agrícola, con buen firme, que con el caer de la lluvia se va encontrado muy embarrado en algunas zonas , casi pastoso, pero que nos permite rodar con soltura; eso sí, obligándonos a llevarnos una abundante muestra del terreno en las ruedas.
Apretamos el ritmo, pues ya sentimos la humedad en todas las partes del cuerpo. A esta altura, ya sin decir nada, habíamos decidido que a nuestro paso por el pueblo, que sería antes de llegar a la mitad de la ruta programada, la daríamos por concluida.
Son las 10:10, y la lluvia no ha amainado en absoluto. Comienza la parte de senderos….. ¡empieza el swing! Pero nuestro gozo en un pozo, los senderos alternan zonas de roca con zonas de tierra muy embarrada, y hierba. Todo ello, junto con el frío que está empezando hacer mella, nos obliga a bajar con mucha cautela; los frenos suenan como autobuses viejos, y cada vez que frenas por primera vez no responden hasta que se secan algo las pastillas, lo que obliga a ir frenando constantemente para mantenerlas en estado óptimo.
Los senderos nos encaminan hacia el pueblo, de nuevo, y según bajamos, variamos el track para coger las pistas más anchas y en mejor estado, evitando pasar por trialeras y pendientes excesivas: lo único que nos falta en el día es una caída.
Llegamos a los coches, empapados, con el frío tan metido en el cuerpo que el simple gesto de sacar el móvil del bolsillo parece imposible.
Alfredo, como buen montañero que es, inmediatamente piensa en buscar un bar que tuviese una chimenea encendida, donde poder tomar un cafecito bien caliente.
Nos miramos los unos a los otros. Pero por favor, mirad nuestro estado, ¡si tenemos barro hasta detrás de los ojos!
Dada la escasa probabilidad de encontrar un bar con chimenea encendida que nos deje entrar, decidimos emprender el regreso lo más rápido posible. Cargamos la bicis (menos mal que llevamos la fugo, porque si hubiera que haberlas metido dentro de los coches….) Pero antes de poder regresar, nos surge otro problema: ¿como nos sentamos en los coches, con la de barro que llevamos encima?. Solución: nos quitamos los impermeables, ponemos la parte limpia sobre el asiento, y nos sentamos encima del barro. ¿No querías barro? Pues dos tazas.
De esta manera emprendemos el regreso Ángel, Dani y yo, mientras dejamos al resto poniéndose ropa seca (el que fue precavido) debajo de una cornisa, por respeto a la tapicería del coche de Alejandro.
En el viaje de regreso, Dani y Ángel van con las puntas de los dedos apoyadas sobre las toberas del aire de la calefacción, y yo pidiéndoles que dejen de respirar un poco para que se desempañen los cristales….
Mientras, vamos barruntado cómo dar una respuesta medianamente inteligente a la pregunta -afirmación -, que seguramente se producirá al aparecer en las respectivas casas, cuando nuestras queridas esposas, con cara de incredulidad, mirándonos de arriba abajo, digan la temida frase: “Cariño ¿tú eres tonto?»
Ensayamos respuestas: que es la esencia de la bici, que con esto se aprende, que como los toreros, pilotos, etc. estamos hechos de otra pasta… bla bla bla… Personalmente, cuando llegué a casa, la pregunta se produjo y sólo pude decir: “Pues tonto, tonto, lo que se dice tonto del todo, no; pero algo hay”
Llegando a Paracuellos, y habiendo entrado un poco en calor, las ideas empezaron a discurrir con más soltura, y ya que habíamos dejado atrás a los compañeros y las bicis las llevábamos nosotros, decidimos de forma unilateral irnos a dar una ducha rápida, ponernos ropa seca, y hacer un tercer tiempo en condiciones.
Entre una cosa y la otra, a las 12:00 estamos todos en el Habemus Tapas; algunos con cafés y otros con cervezas y callos con garbanzos y bocatas de calamares calentitos. Después, las disquisiciones de siempre, las batallitas etc… y la promesa: nunca jamás volver a montar en esas condiciones.
Pero todavía queda mojarse un poco más. Sigue lloviendo (lo de lluvias intermitentes fue, evidentemente, una falacia). Toca lavar las bicis….. y a algún biker, como Dennis, que sin ropa de cambio optó ¡por lavarse directamente con el agua a presión! como si de una bici se tratase. Menos mal que el agua era caliente, aunque no se cómo llegaría a casa.
Sólo resta hacer mención a la bici pirolítica de José Antonio, que se auto-limpia; parece increíble lo limpia que regresó.
Bueno eso es todo, espero que os haya resultado una lectura agradable. Nos vemos en los caminos.
Saludos,
Luis Miguel (Villy)